Por Bill McKeever
Históricamente, el cristianismo siempre ha enseñado que el ser humano es destinado a uno de dos lugares después de morir: el cielo o el infierno. El Mormonismo, en cambio, afirma que lo que una persona cree y hace en esta vida resultará en situarlo en uno de los tres reinos; el telestial, terrestre, o celestial. Los que son verdaderamente malvados serán condenados a vivir en lo que se refiere a “las tinieblas de afuera.”
Naturalmente, un Santo de los Últimos Días sincero lucha por obtener lo que se conoce como una exaltación celestial. Lograr ir a este lugar prominente de la eternidad permitirá que uno reciba numerosos beneficios que no se dan a los menos afortunados en los niveles menores de los reinos celestiales.
Cada reino tiene un conjunto de leyes. Los que viven conforme a la ley telestial durante la mortalidad serán asignados al nivel de la gloria telestial; los que viven conforme a la ley terrestre serán asignados al nivel de la gloria terrestre. De la misma manera, una persona que soporta lo que se conoce como la ley celestial será asignada a un lugar del reino celestial. Doctrina y Convenios 88:22 dice, “Porque el que no es capaz de obedecer la ley de un reino celestial, no puede soportar una gloria celestial.” Si el Mormón espera alcanzar el reino celestial, deber soportar la ley celestial.
¿Qué es, exactamente, la ley celestial? El Apóstol Orson Whitney dijo, “No representa una cosa en particular; representa todas las cosas. Es la plenitud de la obediencia; vivir por cada palabra que procede de la boca de Dios” (Archivo de la Conferencia, Octobre 1910, pág.53).
El Presidente Brigham Young dijo, “Si obedecemos esta ley, la preservamos inviolable y
vivimos de acuerdo con ella, estaremos preparados para disfrutar de las bendiciones de un reino celestial” (Discursos de Brigham Young, pág.404).
El Presidente Joseph Fielding Smith escribió, “Para entrar a lo celestial y obtener la exaltación, es necesario que se guarde toda la ley… ¿Desea entrar al Reino celestial y recibir la vida eterna? Entonces hay que estar dispuesto a guardar todos los mandamientos.” (El Camino a la Perfección, pág. 206).
Mientras estas exigencias aparecen demostrar el fervor religioso, son imprácticas, dado el hecho que aún no hemos conocido a un Mormón que esté cumpliendo los requisitos que hemos mencionado. No conocemos a ninguno que esté obedeciendo plenamente los mandamientos de Dios, ni tampoco hemos conocido a un Mormón que esté guardando la ley entera.
Si no guarda los requisitos celestiales como ha indicado el liderazgo, el Mormón será condenado a un reino menor y perderá la oportunidad de alcanzar la divinidad junto con los beneficios que esto conlleva. Cuando el Mormón es asignado al reino menor, ya no existe la posibilidad de alcanzar lo celestial. El Presidente 12 SUD Spencer W. Kimball enseñaba que no hay “progresión entre los reinos. Después de que una persona haya sido asignada a su lugar en el reino, sea en lo telestial, terrestre, o celestial, o a su exaltación, él nunca podrá avanzar de su gloria asignada a otra gloria. ¡Eso sí que es eterno!” (Las enseñanzas de Spencer W. Kimball, pág.50.)
“Lo puedo hacer más tarde”
Muchos Mormones creen tener la oportunidad después de la muerte para poner a las cosas en orden. Esta idea, aunque sea reconfortante, no cuadra con la teología SUD. El Mormonismo enseña que esta vida es un periodo de probación. El Apóstol Mormón Bruce McConkie declaró: “Uno de los grandes propósitos de esta probación mortal es para examinar y poner a prueba a los hombres, para ver si guardarán los mandamientos y caminarán en la luz a pesar de los incitamientos medioambientales que les tienten a salir del buen camino” (La doctrina mormona, pág.229). El propósito de esta vida para el Mormón es probarse digno de la exaltación. Fallar en eso, resulta que nunca logrará aquella meta celestial.
El Presidente Joseph Fielding Smith dijo que si una persona se rehúsa a cumplir con las leyes previstas y las ordenanzas durante esta vida, será “asignada, después de la resurrección, a alguna esfera inferior.” (Doctrinas de la salvación 1:69). Esto coincide con Alma 34:32-33, que dice, “Porque he aquí, esta vida es cuando el hombre debe prepararse para comparecer ante Dios; sí, el día de esta vida es el día en que el hombre debe ejecutar su obra. Y como os dije antes, ya habéis tenido tantos testimonios, os ruego, por tanto, que no demoréis el día de vuestro arrepentimiento hasta el fin; porque después de este día de vida, que se nos da para prepararnos para la eternidad, he aquí si no mejoramos nuestro tiempo durante esta vida, entonces viene la noche de tinieblas en la cual no se puede hacer obra alguna”. Parece claro que mientras algunos Mormones sienten que pueden poner las cosas en orden después de la muerte, esta idea no es apoyada por las enseñanzas mormones.
“¿Y qué del arrepentimiento?”
Al enfrentarse a este dilema grave, muchos Santos de los Últimos Días recurren a la doctrina del arrepentimiento. Mientras arrepentirse de los pecados suena como un remedio lógico, en realidad es contraproducente si uno toma en cuenta el panorama Mormon en su totalidad. Tenga en presente que los líderes mormones han enfatizado que ‘la obedencia’ a la ley entera es el requisito para la exaltación, no el arrepentimiento. El hecho de que un Mormon tenga que arrepentirse muestra que no está viviendo los preceptos estrictos proporcionados por el liderazgo SUD. En otras palabras, no está obedeciendo la ley celestial. Si la obedeciera, no habría necesidad de arrepentirse. Irónicamente, cada vez que el Mormón se arrepienta de sus defectos y pecados, lo que está haciendo es admitir a Dios que no es digno de la exaltación celestial.
Aún más condenatorio para el Mormón es la definición del arrepentimiento verdadero dada por Spencer Kimball. Él enseña que “el arrepentimiento que merece el perdón” es por el cual “el transgresor anterior debe haber llegado al ‘punto irreversible’ en cuanto al pecado, en el cual se incorpora no meramente una renunciación, sino también un profundo aborrecimiento del pecado, en el que el pecado se convierte para él en lo más desagradable, y el deseo o impulso de pecar sale de su vida” (El milagro del perdón, pág.363). No conocemos a ningún Mormón que haya logrado tal hazaña. ¿Quién puede afirmar que ha llegado a un punto en su vida en el que el deseo o impulso de pecar no es problemático? Aparentemente ni siquiera el Apóstol Pablo logró esa hazaña (Romanos 7:13-24).
El Presidente Kimball también dice que “el cumplimiento de todos los mandamientos garantiza el perdón total de los pecados y le asegura a uno la exaltación” (El milagro del perdón, pág. 209). Esto pone en un dilema a los Mormones, porque si el deseo o impulso de pecar no es despejado de su vida, y no están viviendo todos los mandamientos, entonces ¿cómo sabrán que son verdaderamente perdonados? En el folleto titulado ‘El arrepentimiento conduce al perdón’, el Presidente Kimball enseña, “El abandono del pecado debe ser permanente. El verdadero arrepentimiento no permite que se vuelva a cometer el mismo pecado.” La mayoría de Mormones con quienes hemos hablado ha admitido cándidamente que ellos se encuentran en el mismo pecado con frecuencia. Desafortunadamente si esto es el caso, según Kimball, no pueden tener la garantía del perdón.
El Libro de Mormón no ofrece excusas para el Mormón que falla en este empeño. Primero de Nefi 3:7 declara, “Iré y haré lo que el Señor ha mandado, porque sé que Él nunca da mandamientos a los hijos de los hombres sin prepararles la vía para que cumplan lo que les ha mandado.” Si guardar todos los mandamientos realmente es posible, ¿porque es que ningún Mormón lo está haciendo?
“¡Pero estoy intentando!”
El Apóstol Mormón Dallin Oaks enseña: “El requisito para la entrada al reino celestial no es que actualmente practiquemos toda la ley celestial mientras estemos aquí en la tierra, sino que le mostremos a Dios que estamos dispuestos y capaces de hacerlo” (Puro de corazón, pág. 62-63). Sin embargo, comentarios como estos, aunque apacigüen a los que luchan con soportar la ley celestial, contradicen descaradamente las declaraciones hechas por los líderes SUD en el pasado. Por ejemplo, el Apóstle SUD Orson Whitney aclaró que solo es probable que el Mormón alcance lo celestial si “guarda” los mandamientos, no si esté meramente dispuesto a guardarlos. Él dijo, “Si hoy estás guardando los mandamientos que existen y estás viviendo la ley celestial, tus posibilidades de alcanzar la gloria celestial son buenas” (Archivo de la Conferencia, Oct. 1910, pág. 53). Observe que Whitney afirma que es necesario hacerlo “hoy”, no después de que uno muera.
El décimo Presidente SUD Joseph Fielding Smith dijo que obediencia a la ley, y no la disposición de obedecerla, es necesaria para obtener la divinidad. “La probación mortal es un periodo breve, solo un lapso corto conectando la eternidad pasada con la eternidad futura. No obstante, es un periodo de importancia tremenda. Para los que reciben la bendición de tener vida eterna, uno de los regalos más grandes de Dios, les da el derecho de alcanzar la divinidad como hijos e hijas de nuestro Padre Eterno. Si ellos se han rebelado y se han negado a cumplir con las leyes y ordenanzas que fueron provistas para su salvación, les priva este gran regalo y serán asignados, después de la resurrección, a alguna esfera inferior según sus obras. Éste es el periodo más vital de nuestra existencia eterna (Doctrinas de la salvation 1:69).
El Libro de Mormón enseña, “Porque he aquí, esta vida es cuando el hombre debe prepararse para comparecer ante Dios; sí, el día de esta vida es el día en que el hombre debe ejecutar su obra.” (Alma 34:32).
Joseph Fielding Smith, comentó acerca de este pasaje: “Estas personas, a quienes Amulek hablaba, habían escuchado la verdad y no estaban totalmente ignorantes del plan de la salvación, porque se habían ido de la iglesia como apóstatas. Así que él les declaró que éste era el día de arrepentirse e inclinarse hacia Dios o serían perdidos” (Doctrinas de la salvación, 2:181). ¿A caso los Mormones de hoy son más ignorantes que las personas a quienes se dirigía Amulek? Uno pensaría que ellos están mucho más avanzados que los nefitas y los lamanitas del Libro de Mormón, y por lo tanto igual de responsables ante este mandato.
Mientras muchos Santos de los Últimos Días estén dispuestos a hacer lo correcto, no es tan fácil. No obstante, los líderes SUD han enfatizado el logro de obedecer la ley celestial, no meramente una disposición a obedecerla. Según Spencer Kimball, la simple disposición de vencer las tendencias pecaminosas no es suficiente. Él acierta, “No basta con la intención. Tampoco es completo el arrepentimiento cuando uno meramente intenta abandonar el pecado.” Kimball continúa, “‘Intentar’ muestra debilidad. ‘Hacer lo mejor que yo pueda’ carece de fuerza. Siempre debemos actuar mejor de lo que podemos.” (El milagro del perdón, pág.163-164). De hecho, algunos Mormones suelen decir “yo hago lo mejor que pueda y Jesús hace el resto.” El dicho parece tener fama, pero la realidad es que si el Mormón está obedeciéndola ley celestial, no queda nada para que haga Jesús.
Cuando uno se bautiza como miembro de la iglesia SUD, promete guardar todas las leyes y mandamientos de Dios. Naturalmente fracasa, y entonces cada semana al tomar el sacramento, el Mormón se compromete de nuevo a guardar los mandamientos. Y cada semana fracasa. Estos compromisos se declaran de nuevo cuando el Mormón entra en su sagrado templo. Durante la ceremonia de investidura, el personaje que hace el papel de Lúcifer mira hacia la audiencia y advierte: “Si ellos no cumplen con todo pacto que se hace en este templo y frente a estos altares, ¡estarán bajo mi poder!” Si el Mormón realmente cree que esta ceremonia es de Dios, y a la vez sabe que no está viviendo conforme a todos los mandamientos, ¿no implicaría que está bajo el poder de Lucifer?
Es irrazonable que la Iglesia Mormona les exija a los miembros a hacer tales promesas. Ningún ser humano puede cumplir con estas expectativas. Pero día tras días, la Iglesia SUD les obliga a sus miembros hacer este voto que no tiene sentido. Cada semana, las personas hacen la promesa y sin embargo la reprueban. Aunque hacen el esfuerzo personal, al no cumplir con estos estándares increíblemente altos, los líderes los acusan de haber roto con su pacto. “A quienes violan los convenios y promesas hechos en lugares sagrados y de un modo solemne, podemos aplicar las siguientes palabras del Señor: ‘…un hombre inicuo, que ha despreciado los consejos de Dios y quebrantado las más santas promesas hechas ante Dios, y se ha confiado en su propio juicio y jactado de su propia sabiduría (D&C 3:12-13).” (Spencer W. Kimball, El milagro del perdón pág.56.)
Conclusión
Si los hombres a quienes hemos citado son verdaderamente los profetas y apóstoles de Dios y deben ser tomados como autoridad, entonces los Mormones tienen mucho que temer porque nadie puede cumplir con los requisitos que han proporcionado. ¡Es imposible! Es por eso que Romanos 3:19 dice que todo el que intente apaciguar a Dios por medio de cumplir la ley se halla culpable. No lo pueden hacer. ¿Puede ser que lo que han enseñado no sea la verdad? ¿Puede ser que la biblia ofrece un mejor camino? Parece que sí.
La Biblia declara que todos somos pecadores e incapaces de salvarnos a nosotros mismos. Jesús no solo murió para hacer posible nuestra resurrección; más bien Él vino para quitar todo (y no meramente un poco de) el pecado del creyente (Col. 2:13). Es nuestro pecado que nos separa de Dios. Una vez que ha sido removida esa barrera, los que Él ha llamado son declarados justos ante Dios y elegibles para todas las bendiciones que Dios tiene para ellos. Es la obediencia total de Cristo, no nuestra obediencia parcial, que salva a los verdaderos Cristianos ante la vista de Dios (Romanos. 5:19). Cuando venimos a Él en fe, Su justicia nos es imputada (o atribuida) a nuestra cuenta (Romanos. 4:1-8). Solo Su justicia satisface las demandas de un Dios todo Santo. Ni más ni menos servirá. Solo cuando dependemos de este hecho bíblico entonces podemos tener la seguridad del perdón de Dios. Mientras una persona insista que su salvación depende de sus buenas obras y justicia personal, entonces continuará frustrado y con la gran carga de la culpa. ¡No sea engañado! ¡Muchos Santos de los Últimos Días viven bajo una carga tremenda de culpa! Poner su confianza total en la justicia de Cristo hará que experimente el gozo y seguridad que ofrece la verdadera salvación.
Traducción al español
Bethany Ríos Martínez
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