Por Bill McKeever
El Noveno Presidente SUD David O. McKay una vez escribió:
“La falacia – que Jesús ha hecho todo por nosotros y, vivamos como sea, si antes de morir solo creemos y seremos salvados en su presencia gloriosa – es peligrosa. Jesucristo, Salvador del mundo, nos ha dado el medio por el cual el hombre puede obtener la felicidad eterna y paz en el reino de nuestro Padre, pero el hombre debe ocuparse de su propia salvación, siendo obediente a los principios y decretos del evangelio. Durante siglos, los hombres han sido cegados por la falsa enseñanza del ‘creer es suficiente’; y hoy se manifiesta por todos lados la situación triste que se observa como resultado de ésta y otras perversas doctrinas en las sectas del Cristianismo falso. El mundo necesita desesperadamente del evangelio del esfuerzo individual—el evangelio de la fe y de las obras. El que no utiliza este medio que está provisto por Él, se hundirá debajo de las olas del pecado y de la falsedad” (Ideales del evangelio), pág.8).
Al igual que todos los líderes Mormones, McKay insiste que la fe en el sacrificio de Cristo no es suficiente para traer a los creyentes a Su gloriosa presencia. El esfuerzo individual, afirma él, completa la fórmula. Pero ¿qué tanto esfuerzo debe emplear el Mormón? Si guarda solo algunos mandamientos o no se arrepiente por todos sus pecados, ¿Podrá lograr esperar la exaltación? En cuanto a esto, los líderes Mormones han sido muy claros.
El Presidente 11 Mormón, Harold B. Lee ofrece esta amonestación a los Santos de los Últimos Días:
“En pocas palabras, el arrepentimiento es dejar de hacer el mal que hemos hecho ante el Señor y no volver a repetir el mismo error, jamás. Es entonces que podemos experimentar el milagro del perdón.” (Vosotros sois la luz del mundo: escrituras y sermones seleccionados de Harold B. Lee, 1974, pág.321).
El sucesor de Lee, Spencer W. Kimball proporciona este aviso sombrío a los miembros de la iglesia SUD:
“Por motivo de que los hombres tienden a postergar tareas y menospreciar instrucciones, el Señor repetidamente ha dado mandatos estrictos y expedido amonestaciones solemnes. Una y otra vez, en frases diversas y a lo largo de los siglos, el Señor se lo ha recordado al hombre para que éste quede sin excusa; y a la larga de la amonestación profética ha sido que el momento para obrar es ahora, en esta vida terrenal. Uno no puede impunemente aplazar el cumplimiento por su parte de los mandamientos de Dios (El milagro del perdón, pág.9-10).
“Esta vida terrenal es el tiempo para arrepentirse. No podemos correr el riesgo de morir enemistados con Dios” (El milagro del perdón, pág.15).
“No supongamos que al llamar a la gente al arrepentimiento los profetas únicamente se preocupan por los pecados más graves, tales como el homicidio, el adulterio, el hurto, etc., o que sólo se interesan en aquellas personas que no han aceptado las ordenanzas del evangelio. Todas las transgresiones deben ser purificadas, todas las debilidades deben ser vencidas, antes que una persona pueda lograr la perfección y la divinidad.” (El milagro del perdón, pág.16)
“Esa armadura queda incompleta sin un esfuerzo constante por vivir según los mandamientos de Dios. Sin tal esfuerzo, el arrepentimiento también queda incompleto; y el arrepentimiento incompleto jamás obró el perdón completo (El milagro del perdón, pág.212).
En un artículo escrito a los jóvenes Mormones, Jay E. Jensen, miembro de la Presidencia de los Setenta, dijo:
“Otro requisito o condición del arrepentimiento es saber que ninguna cosa impura puede morar con Dios (vea 1 Ne. 10:21; 1 Ne. 15:34; Alma 7:21; Alma 40:26; y Hel. 8:25). Puedes ocultar tus pecados del obispo, puedes ocultárselos a tus padres y amigos, pero si continúas así y te mueres con pecado no resuelto, eres impuro y ninguna cosa impura puede morar con Dios. No hay excepciones” (“El mensaje: ¿Sabes cómo arrepentirte?” Nueva Era, noviembre 1999, pág.7).
Toda transgresión debe ser limpiada, toda debilidad debe ser vencida. Los errores del pasado nunca deben ser repetidos. Todo esto debe ser logrado en esta vida mortal. ¿A cuántos Mormones conoce que han logrado todo esto?
Muchas veces cuando uno le sugiere a un Mormón la inhabilidad de cumplir con estas demandas, insistirá que puede cumplirlas en la vida venidera. Para apoyar esta idea, señala una declaración vaga en el Discurso King Follett donde Smith compara el aprendizaje de todos los principios de la exaltación con subir una escalera. Smith afirma que en este aprendizaje “No todo se va a entender en este mundo; la obra de aprender nuestra salvación y exaltación aún más allá de la tumba será grandioso”. No obstante, es problemático que uno interprete este pasaje como reforzando la idea del arrepentimiento después de la muerte.
1) Smith no está discutiendo el arrepentimiento en esta parte del sermón. El contexto tiene que ver con la manera en que los reinos de Dios son engrandecidos por medio de los creyentes Mormones fieles.
2) Si demorar el arrepentimiento hasta la muerte es pernicioso (como definido por David O. McKay), entonces ¿cómo puede ser menos pernicioso el esperar hasta después de la muerte?
3) La esperanza de hacer “obra alguna” después de esta probación mortal contradice el aviso que contiene el Libro de Mormón.
Ese último punto es particularmente importante, ya que se dirige a la situación horrenda de cada Mormón que cree poder poner las cosas bien con Dios después de su mortalidad.
Reconozco que esta cita es bastante larga, pero es algo absolutamente esencial como requisito puesto en cada Santo de los Últimos Días. Alma 34:31-35 declara:
“Sí, quisiera que vinieses y no endurecieseis más vuestros corazones; porque he aquí, hoy es el tiempo y el día de vuestra salvación; y por tanto, si os arrepentís y no endurecéis vuestros corazones, inmediatamente obrará para vosotros el gran plan de redención. Porque he aquí, esta vida es cuando el hombre debe prepararse para comparecer ante Dios; sí, el día de esta vida es el día en que el hombre debe ejecutar su obra. Y como os dije antes, ya habéis tenido tantos testimonios, os ruego, por tanto, que no demoréis el día de vuestro arrepentimiento hasta el fin; porque después de este día de vida, que se nos da para prepararnos para la eternidad, he aquí si no mejoramos nuestro tiempo durante esta vida, entonces viene la noche de tinieblas en la cual no se puede hacer obra alguna. No podréis decir, cuando os halléis ante esa terrible crisis: Me arrepentiré, me volveré a mi Dios. No, no podréis decir esto; porque el mismo espíritu que posea vuestros cuerpos al salir de esta vida, ese mismo espíritu tendrá poder para poseer vuestro cuerpo en aquí mundo eterno. Porque si habéis demorado el día de vuestro arrepentimiento, aun hasta la muerte, he aquí, os habéis sujetado al espíritu del diablo y él os sella como cosa suya; por tanto, se ha retirado de vosotros el Espíritu del Señor y no tiene cabida en vosotros, y el diablo tiene todo poder sobre vosotros; y éste es el estado final del malvado” (énfasis mío).
En un mensaje de conferencia titulado “Este día,” en abril del 2007, Henry B. Eyring, que ahora es miembro de la Primera Presidencia SUD, cita el capítulo 34 de Alma y les advierte a los Mormones del peligro de “postergar lo que se debe hacer aquí y ahora a fin de obtener la vida eterna.” (Liahona, Mayo 2007, pág.90). En ninguna parte de la charla menciona la posibilidad de un arrepentimiento después de la muerte.
A pesar de que se esfuerce por convencer a los miembros que “tendremos suficientes días si solo no los malgastamos,” Eyring dice, “Es difícil saber cuándo hemos hecho lo suficiente para que la Expiación cambie nuestra naturaleza y así seamos dignos de la vida eterna” (pág.90).
En esa última declaración yace la verdadera tragedia. Para los Mormones tanto para los Cristianos, el pecado es asunto diario que nos persigue a todos. La diferencia es que los Cristianos dependen de la justicia imputada de Cristo para purificarles del pecado y así cumplir con todas las exigencias para disfrutar la vida eterna. Es lo que hizo Cristo para nosotros (Sus obras) que ponen al creyente bien con Dios y le prepara para la eternidad. El teólogo Benjamin B. Warfield (1851-1921) de la universidad de Princeton explica, “La justificación por la fe, como vemos, no es contradictoria a la justificación por las obras. Es contradictoria a la justificación de nuestras obras. Es la justificación por las obras de Cristo.”
Según Eyring, los Mormones solo pueden ser purificados del pecado a través de ser personalmente “dignos de los efectos de Su expiación.” Un Mormón que no pueda afirmar con seguridad que haya logrado arrepentirse totalmente sus pecados, admite que en su corazón aún quedan cosas por hacer. Por lo tanto, él es culpable de desobedecer Alma 34:35, ya que lógicamente y prácticamente solo está, en el mejor de los casos, llevando a cabo lo que Kimball llama “el arrepentimiento parcial”. Si el Mormón quiere creer que El Libro de Mormón sea verdad doctrinalmente, su futuro ya está explicado detalladamente. Para resumir Alma 34:35:
Para los Mormones que demoren su arrepentimiento, El Espíritu del Señor se retirará de ellos, no tendrá cabida en ellos, y el diablo tendrá todo poder sobre ellos, y éste será el estado final de ellos.
Sin embargo hay buenas noticias. Dios ofrece gratuitamente la vida eterna a todo el que reconoce su inhabilidad de ‘ser digno’ de entrar a la presencia de Dios por sus propias fuerzas. Él le pide a todo el que esté cargado con esa imposible tarea, entrar en el descanso que ofrece la obra terminada de Cristo. La elección es simple, un Santo de los Últimos Días puede continuar viviendo una vida derrotada, sabiendo que nunca logrará ser lo suficiente bueno para cumplir con el estándar alto de Dios de la perfección, o puede renunciar las falsas enseñanzas del Mormonismo y solo confiar en la obra completa y perfecta de Cristo. Solo entonces, recibirá el efecto completo de la expiación. Solo entonces experimentará la “paz que sobrepasa todo entendimiento.”
Traducción al español
Bethany Ríos Martínez
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