PRÓLOGO DE MICAH WILDER
En mi biblioteca hay varios libros escritos por Eric Johnson o en los que fue coautor.
Su esfuerzo más reciente, Presentando el cristianismo a los mormones, es una
adición bienvenida a su ya impresionante colección de obras informativas.
Efectivamente, Eric presenta un caso claro e innegable a favor de la fe cristiana
ortodoxa mientras la coloca lado a lado con el complicado evangelio del mormonismo.
Este libro es una adquisición fundamental a la biblioteca de cualquier persona.
En la primera epístola de Pedro a la iglesia, él anima a los santos de Dios: «Honren
como santo a Cristo el Señor en sus corazones, estando siempre preparados para
presentar defensa ante cualquiera que les demande razón de la esperanza que hay
en ustedes; pero háganlo con mansedumbre y respeto» (1ª Pedro 3:15). Como
cristianos, no se puede subestimar el significado de esta exhortación: Debemos
defender el evangelio, con mansedumbre y respeto. En más de una década que he
tenido el honor de conocer a Eric Johnson, ha representado este llamamiento bíblico
en su enfoque apologético a los incrédulos.
Desde el principio y en nuestra continua amistad, me ha animado mucho la pasión de
Eric por el evangelio de Cristo y su carga por alcanzar al pueblo mormón con la
verdad. Me siento humilde por quienes Dios ha llamado a ser misioneros para
aquellos en el pueblo mormón –porque yo mismo soy un ex Santo de los Últimos
Días. Para la gloria de Dios, mi vida fue transformada radicalmente por el poder de la
Palabra de Dios que me fue entregada a través de fieles misioneros cristianos que
salieron de su zona de comodidad y compartieron conmigo, las buenas nuevas de
Jesús. En aquel momento de mi vida, no tenía ninguna razón para considerar ninguna
verdad fuera de mi formación religiosa, pero por la gracia de Dios, en mi corazón
fueron plantadas semillas que finalmente fructificaron.
Con demasiada frecuencia, los cristianos tienen la percepción de que los mormones
–entre otros– son inalcanzables. Es fácil asumir que están demasiado blindados en
sus creencias religiosas, y esto crea en algunas personas cierto temor para compartir
el evangelio con ellos. He oído preguntar a muchos: «¿Qué sentido tiene?». «Nunca
cambiarán». Sí que pueden. Yo soy prueba de ello. Pero como dice la Escritura:
«¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel
de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?» (Romanos
10:14).
Doy gracias a Dios por la fidelidad de Eric al pueblo mormón, y por el amor y la
compasión que muestra en cada aspecto de su ministerio. Es mi oración que este libro
1) anime a los cristianos a compartir amorosamente su fe con los Santos de los
Últimos Días, y 2) desafíe a los Santos de los Últimos Días a investigar su propia fe y
descubrir la suficiencia de sólo Jesús para la salvación.
– Micah Wilder
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